
El aceite esencial de alcanfor, es uno de esos clásicos naturales que no pasan de moda. Su aroma penetrante, fresco y característico lo convierte en un aceite inconfundible, y sus propiedades terapéuticas lo hacen un aliado indispensable tanto en botiquines naturales como en rutinas de autocuidado.
El aceite esencial de alcanfor se extrae del árbol Cinnamomum camphora, una especie originaria de Asia (China, Japón y Taiwán), que puede vivir más de mil años. Este majestuoso árbol, de gran porte y follaje frondoso, es valorado por su madera, pero sobre todo por la destilación al vapor de sus hojas, corteza y ramas, de donde se obtiene este potente aceite esencial.
Este árbol también es conocido como “laurel de alcanfor” y ha sido usado durante siglos en medicina tradicional por su intenso aroma y sus beneficios terapéuticos.

Una de las primeras cosas que debes saber es que en aromaterapia y uso tópico solo se utiliza el aceite esencial de alcanfor blanco. Esta es la versión más pura y segura, y se diferencia de otras variantes (como la amarilla, marrón o azul) que pueden contener compuestos tóxicos y son exclusivas para usos industriales. El blanco, en cambio, es un líquido incoloro, potente, pero adecuado para el cuerpo y la mente.

Un clásico en la historia de la medicina natural
Históricamente, el alcanfor ha sido muy valorado en diversas culturas. En la medicina tradicional china y en el Ayurveda, se ha usado como estimulante, descongestionante, repelente de insectos, desinfectante y para aliviar dolores. También fue un ingrediente esencial en muchos ungüentos y pomadas clásicas, como el famoso “Vicks Vaporub”, que todavía se usa hoy día.
Muchas personas tienen recuerdos similares: esa mezcla de olores intensos, con eucalipto, mentol y alcanfor, que anunciaban que alguien estaba enfermo… pero también que estaba cuidándose. En mi caso, el olor del alcanfor está profundamente ligado a mi infancia, a los cuidados que recibían mis abuelos y al poder casi mágico que parecía tener ese ungüento que siempre tenían a mano.
Hoy, con un enfoque más consciente y natural, el aceite esencial de alcanfor sigue vigente, pero con mejor información y más respeto por su potencia. No se trata de usarlo a ciegas, sino de aprovechar lo mejor de sus beneficios con conocimiento y responsabilidad.
Potente antiinflamatorio y relajante muscular
Entre sus propiedades más conocidas destaca su acción antiinflamatoria. Aplicado de forma tópica —siempre diluido en un aceite portador o crema base— ayuda a reducir la inflamación en músculos y articulaciones. Es ideal después del ejercicio, para aliviar zonas contracturadas o cuando el cuerpo simplemente pide descanso.
Yo, por ejemplo, suelo hacer gimnasio regularmente, y más de una vez termino con agujetas o tensión muscular tras entrenamientos intensos. Lo que hago es mezclar un poco de mi crema corporal habitual con unas gotas de aceite esencial de alcanfor, y también añado un par de gotas de aceite de lavanda para balancear el aroma. El resultado: un masaje profundo, casero y efectivo. No creerías lo bien que me hace. Es como si en minutos el cuerpo recuperara energía, tal como les pasaba a mis abuelitos cuando usaban esos ungüentos clásicos con alcanfor.
Analgésico natural y local
Otra de sus virtudes es su capacidad para aliviar el dolor de manera local. Tiene un efecto levemente anestésico que actúa sobre la piel, generando una sensación de frescor que calma el malestar. No es agresivo, pero sí inmediato, y por eso es tan usado en ungüentos tradicionales, bálsamos y cremas para golpes.
En mi caso, esa sensación es muy reconfortante. Me transporta a la habitación de mis abuelos, donde siempre había ese aroma fuerte, muy característico. Ambos lo usaban para los dolores musculares, sobre todo en piernas y espalda. Lo aplicaban, descansaban un rato… y era como si se revitalizaran. Para mí, es una tradición que sigue vigente y que funciona.
Descongestionante y expectorante
En aplicaciones inhaladas, el aceite esencial de alcanfor ayuda a abrir las vías respiratorias. Es perfecto cuando se presentan síntomas de resfriado, congestión nasal, sinusitis o bronquitis leve. Puedes añadirlo a un difusor, a un baño caliente o a una vaporización para notar el efecto casi de inmediato.
Actúa como expectorante, ayudando a expulsar la mucosidad y aliviando la presión en senos nasales y pecho. Además, su aroma penetrante tiene un efecto tonificante en la mente, lo que ayuda a despejar la sensación de «cabeza pesada» que suele acompañar a los cuadros respiratorios.
Estimulante y vigorizante
A diferencia de aceites más calmantes como la lavanda o el sándalo, el alcanfor tiene un efecto energizante. Estimula la circulación, tonifica los músculos y activa el sistema nervioso central. Es una excelente opción para usar por la mañana o en momentos de fatiga mental y física. Algunos lo usan antes de entrenar o incluso para estudiar, ya que mejora la concentración.
Eso sí, no es recomendable antes de dormir, ya que puede mantenerte activo más tiempo del deseado.
Antiséptico, antifúngico y desodorante natural
Gracias a sus compuestos volátiles, el aceite esencial de alcanfor también actúa como un potente antiséptico. Se ha usado para tratar pequeñas heridas, cortes o infecciones tópicas leves, aunque siempre diluido y con precaución. También tiene propiedades antifúngicas, por lo que puede ser útil en mezclas para tratar hongos en pies o uñas.
Además, su fragancia intensa lo convierte en un desodorante natural, especialmente útil en axilas o pies, zonas propensas a la sudoración y bacterias.
En resumen, el aceite esencial de alcanfor es mucho más que un aroma intenso o una fórmula de la abuela. Es un recurso natural versátil, potente y efectivo, que sigue demostrando su valor generación tras generación. Y si lo combinas con aceites complementarios —como hago yo con la lavanda—, puedes suavizar su intensidad y potenciar aún más sus beneficios.